DEMOCRACIA, PODER Y FILOSOFIA
DEMOCRACIA, PODER Y FILOSOFIA
Elkin Palma
Barahona
En estos días donde
nuestras urbes se ven envuelta en una dinámica cotidiana, casi perversa, en la
cual la carrera para conseguir un escaño en la administración pública, cada día
se aleja más de la democracia, el sistema que congrega los anhelos de paz,
justicia e igualdad genera los contrastes más anárquicos que degrada la
convivencia entre los seres humanos.
Así lo expresa Tomas
Jefferson en el recuadro que ilustra estos párrafos, la potestad que la primera
regla de la democracia le confiere a la mayoría para someter a las minorías,
esta barnizada por el consenso, pincelada por la doxa, y amalgamada por el falso
intento de aplicar y discurrir en la acción democrática, los valores
superiores. No es mucha mentira que la democracia sea el menos malo de los
sistemas políticos, pero en realidad este modelo lo rompe el “hambre” hacia el
poder. El poder del 51% no es tal, por eso aquí terminamos hablando de los
gamonales, de las viejas castas, de los cacique y varones electorales, este es
un lenguaje de corrupción si hablamos de democracia, pero aquí estamos
acostumbrado a seguir a los varones y gamonales y peor hemos legalizado a los
viejos abolengos de la política, que serían realmente de la politiquería.
En nombre de la democracia
se han cometido las atrocidades más grandes en este país, se han implantado
políticas de seguridad democrática, modelos económicos, educativos y de
convivencia. En nombre de la democracia se ejerce y se obtiene el poder, pero
en la mayoría de las ocasiones se pierde el sentido de que “para que obtenerlo”
ahí surge la frase de Darío Echandia, un filósofo de la política colombiana:
“El poder para que” ¿Escuchamos la respuesta de Maquiavelo o la del
expresidente Álvaro Uribe Vélez?, Yo diría que es mejor filosofar, ya que
existe un conglomerado de país sensiblemente afectado por esta escalofriante
respuesta.
El poder es la capacidad
que tiene cada ser humano de realizar determinada actividad en su vida, para la
realización de su persona, ya sea a favor o en contra del beneficio de los demás.
Es desde el poder, como
dentro del universo, el hombre puede plantearse qué lugar ocupa él, frente a
los demás animales en el mundo. Este a
lo largo de la historia ha tenido varias visiones, desde la que lo muestra como
sabiduría, potencia y demás, hasta las que lo muestran como sometimiento, alienación,
entre otras.
En el siglo v antes de
cristo, en Atenas, Platón (427-347) sentenciaba “solo el que tiene el saber,
obtiene la facultad para ejercer el poder, una sociedad perfecta o polis, es
aquella donde los mandatarios sean los filósofos, los sabios” Platón nos pone a
inferir porque nuestros gobernantes fracasan en su detención del poder, aquí el
poder, los vuelve petulantes, soberbios, sordo, mudos y testarudos y lo peor es
su herramienta principal para enriquecerse a costa del demo.
El poder desde el contexto aristotélico es identificado con la
experiencia, en la cual a su vez se da la potencia, es decir, la actualización
de las partes cambiantes del ente, en cuando este opera dentro de la realidad.
Es decir, da el salto de la potencia al acto.
Aquí muy cerca
prácticamente ayer, en los albores del siglo XIX, Karl Marx (1818-1883) casi
vociferando dijo “el poder es sinónimo de sometimiento, de alienación, existen
dos clases sociales. La burguesa y la proletaria. Donde los primeros a través
de la explotación laboral, (plusvalìa), someten a los segundos. Todo
patrocinado por el estado el cual, desde la visión marxista, ve la desigualdad
como algo natural”
Más acá en el tiempo, Friedrych
Nietzsche (1844-1900) nos demuestra que la vida es poder en expansión, y para
dar más claridad en su concepto, afirma que el hombre es un sujeto de deseos y
pasiones, el cual está llamado a realizarse en el mundo, a través de la
voluntad de poder. Significa que dicha voluntad define al hombre, o sea lo que
todo hombre debe ser o aspira ser, El súper hombre, este está encarnado en tres
figuras, puede que nos arranque una sonrisa, pero está planteado, el primero
bajo la figura del camello: Su joroba supone el sometimiento a los diversos regímenes,
llámese religión, moralidad, entre otras. El cual no es capaz de hacer nada por
sí solo. La segunda es el León: Su característica principal es que, por su
instinto salvaje, ha logrado quitarse de encima, el yugo opresor de los regímenes
que lo rodean. pero a su vez sigue siendo esclavo de su impulsividad animal, de
la cual dice Nietzsche, nunca podrá llegar a ser el súper hombre.
La tercera figura es el Niño: Solo puede ser
el súper hombre aquel que se ha liberado totalmente de los regímenes y que por
su racionalidad e impulsado por la voluntad de poder, ha de decidir qué quiere
y que no para su vida. El poder es sinónimo
de querer, de moverse en pos de algo que conviene y si no, rehuir de dicha situación.
Dominar el mundo con la típica frase de los niños de cinco años. Yo quiero.
Y ya casi en nuestros
tiempos, Michel Foucault (1926-1984) se pone un poco más filosófico y lo
escuchamos decir: “El poder no es, no se tiene, sino que se ejerce. el poder
existe en cuanto que hay realidades en el cosmos donde puede ser ejercido. Es privilegio de humano de vigilar, observar,
sin que nadie te observe. Pero hay más, el poder, es auto- obediencia” [1]
Otra posición profunda,
pero sencillamente filosófica, es la que propone Guilles Deleuze (1925-1995) “el
poder es ejercido desde la libertad del individuo” Este es el que siembra la
poderosa semilla de la violencia, ahí, en ese germinar, la democracia levanta
su vuelo, hoy aún se escuchan los ecos de las discusiones y los reclamos de los
que mesa a mesa, persiguen los votos que le permite detentar el poder.
ELKIN PALMA BARAHONA
Mgr en Filosofía. Docente de la IED Francisco
de P. Santander Santa Marta
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