LA EDUCACION
LA EDUCACION
Un “crimen”
que nos estresa y nos deprime
Elkin
Palma Barahona
Seguramente está pensando que vamos hablar de la ansiedad, del cansancio, del agotamiento y pérdida de energía, del dolor de espalda, el túnel del Carpio, caída del cabello, de los dolores de cabeza, de la hipertensión de las madrugadas, de la algarabía e indisciplina del aula, de la feria de formatos, de los mantazos que tenemos que sacarle a los padres para justificar nuestras actuaciones, de la presión de los coordinadores, de la pseudo-discrecionalidad de los rectores, del cumplimiento del cronograma y de la última carga que acaban de echarnos al hombro “la atención de aula en NEURODIVERSIDAD” sin tener la más mínima herramienta, ni el acompañamiento adecuado. Pero bueno si desea le adjudicamos a todo esto algún porcentaje de nuestras perennes preocupaciones, a todo lo anterior, súmele lo siguiente:
En el pasado fin de semana, en el cual me había
propuesto someter a fuerza de voluntad mi “inquietante” pluma, un amigo y
colega muy apreciado me envía un documental que rueda en las redes: “Un crimen
llamado educación” que aparentemente establece una visión absolutoria del rol
del maestro en el proceso educativo, pero que plantea, que todos en esta
sociedad somos cómplices del crimen más grande en que se ha convertido la
educación desde los albores de la revolución industrial, en eso estamos de
acuerdo. La refrendación de tal afirmación nos la recuerda Paulo Freire, cuando
rezamos a través de las conclusiones de sus reflexiones “La educación es un
instrumento de dominio de los sistemas políticos” por eso tiene que proyectarse
como práctica de la libertad, detallada de manera magistral en su obra cumbre
“La Pedagogía del oprimido” (1969). La educación tradicional en su pensamiento
es calificada como opresora, en estos momentos diríamos que sus postulados aún
cumplen con el establecimiento del statu-quo.
Los sistemas educativos en todo el mundo matan la
creatividad, es otra perla irrefutable que engrana consecuentemente con los
“maleficios” que proyectan los sistemas a través de los currículos
estandarizados, homogeneizados que borran de un plumazo la multiculturalidad y
la diversidad de los contextos, sin que todavía hayamos pronunciado la palabra
inclusión.
Nuestra educación, “es una apología al pensamiento
racional”, no hay nada de mentira en esta afirmación, alguien me decía, que
hasta en los más mínimos detalles se apreciaba la rigidez de esta
característica, empezando por la cuadriculas de los uniformes y la forma de
recibir los alumnos las clases, es el discurrir histórico de la concepción
numérica del universo, planteada por Pitágoras en medio de las teorías
presocráticas 500 años A.C. que iluminaron el pensamiento filosófico occidental.
Las matemáticas siempre han sido un factor de
deserción del sistema, en la cual los maestros de la especialidad siempre les
ha tocado la peor parte. Aquí el crimen se materializa, se recogen testimonios
que aún no prescriben desde la aurora del siglo pasado, la pedagogía le ha sido
repulsiva a las matemáticas y son pocos los maestros, que se le tuercen al
formalismo racional para proyectarla en el aula.
Parece que, con los descubrimientos de Howard
Gardner, sobre su teoría de las inteligencias múltiples salieron a flote todas
las violaciones que se cometieron en nombré del saber lógico-matemático, como
una condición generalizada que debían alcanzar todos los estudiantes, por todo
lo anterior Einstein sentencia: “Si tú juzgas a un pez por trepar un árbol,
morirá pensando que es un estúpido”, es el sentimiento de ese ejercito de
estudiantes que maldicen la psicorrigidez de la clase de matemáticas; tanto que
llegaron a postear una foto de Baldor con lenguaje procaz sobre el matemático.
Hace parte también de este crimen, la dantesca escena
de los estudiantes de último grado de secundaria, revisando los pensumes de las
carreras profesionales en el aprestamiento de inicio a la universidad, no como
medida preparatoria, sino mirando las manchas rojas que dejan las matemáticas
en sus ilusiones profesionales.
En un artículo de la semana pasada, me auto
cuestionaba como maestro, al encontrarme de frente con una frustración
inimaginable de mi quehacer pedagógico, al descubrir uno de mis exalumnos
vendiendo frutas en un semáforo, entendiendo que algo había fallado en el
proceso, del cual yo hacía parte. Y así como él, debieron salir muchos más a
marcar territorios en los semáforos, convirtiéndonos en sospechosos directos
del mismo crimen.
Cuando escuchamos testimonios de maestros que
expresan ¡jamás pensé que Juan daría “chicle” en la universidad! y ahora me
sorprende inmensamente cuando al visitarnos, nos anuncia su 4° semestre en
derecho, ¡quien lo creyera! la verdad yo no daba un “peso” por él” al fin llegó
el momento de desprenderle la etiqueta.
Prepárense muchachas y muchachos maestros, que ahí
viene el “agua sucia”: En la mayoría de los países de América latina los
maestros son producto de un “fracaso profesional” significa, que les toco
estudiar una licenciatura, por el solo hecho de no haber podido estudiar la
carrera de sus verdaderos intereses, por eso casi todos son teóricos y no
prácticos, aunque el silogismo no está bien estructurado, la inferencia que
podríamos discurrir de tal apreciación es: “Somos pocos los maestros perfilados
en nuestra vocación”. Ese fundamento residual toca fibras sensibles, es posible
que YO esté convencido de que soy un maestro verdaderamente derivado de mi
vocacionalidad, el empuje, el ímpetu, la alegría al encuentro con mi escuela,
con mis alumnos, los tatuajes que dejan en mi mente, en mi ser, me descubro
casi que alienado a mi condición de forjador y espejo reproductor de
comportamientos y voluntades, promotor y forjador de pensamiento crítico, el
adalid de la conciencia crítica. De verdad si toda esa carreta me la creo, pero
a la vez la vivo, ninguna estadística proclive al neoliberalismo me va sustraer
de la verdad comprobada en mi propio ser de maestro. Ahora puede ocurrir, que
me crea todo lo anterior, y que lo exprese a los cuatro vientos, es más que comparta
los principios del deber ser y que no experimente en mi sentido emocional
ninguna de estas realidades, estoy seguro que más de un discípulo me
cuestionara ¿a quién tratas de engañar?
¿Cómo podríamos entender que los mismos
profesionales de áreas diferentes a la docencia, quieran ahora integrarse al
magisterio?, acentuada más esta tendencia, después de que algún gobierno
anterior le abriera las puertas con el decreto 1278 a todo aquel que se
sintiera con capacidad de “dictar una clase” con este formato llegan, sin
pedagogía sin sensibilidad en el acto pedagógico, sin los elementos fundantes
de la educabilidad, sin la piel que caracteriza al verdadero maestro en la
esencia del su quehacer, estos obreros de la instrucción son los verdaderos
sospechosos de este horrendo crimen.
Si la idea principal de esta directriz legislativa
1278 es sacar a la pedagogía del escenario educativo, la matanza seguirá,
porque un curso remedial de docencia primaria y media nunca superará las
competencias pedagógicas forjadas en las facultades de educación y mucho menos
las competencias pedagógicas forjadas en las escuelas normales. Así que, si
están buscando los responsables de este crimen, no los busquen en los maestros
de tiza y tablero, esos se cansaron de forjar generaciones ilustres y les
hubiese alcanzado para emprender la tarea dantesca de formar esta actual
generación que se debate en el contexto de una sociedad degradada en sus
valores superiores.
El crimen también lo comete el modelo político,
que a la vez proyecta el modelo pedagógico, ahí encontramos a los colegas
ejerciendo la autocracia en el aula, discurriendo su creatividad y energía en
los lineamientos de un modelo educativo que implementa de manera procedimental
una relación marital con el mercado mundial. Así se instrumentaliza y aliena al
maestro para que no ejerza su autonomía y la libertad de catedra, por ello
escuchamos a diario: Que la mayoría de los maestros no son felices, pero no sé
cómo entenderíamos la felicidad de los maestros y no creo que una escueta
encuesta lo determine, pero lo que, sí creo, es que la felicidad en los
maestros no la determina las cosas materiales que logramos adquirir con este
exiguo sueldo, es el vivir sabroso y en paz como lo establece Francia Márquez,
es alejarnos de las precariedades, es poder gozar de buena vivienda sin
hipoteca, de vacaciones no financiadas, de capacitaciones, de escuelas dotadas,
y no caer en el bostezo retorico de “trabajar con las uñas” porque además esto
lo promueve y lo proyecta este estado con los premios al mejor maestro, o sea,
los que logran más en medio de la precariedad.
Existe un punto trágico e indefendible y es que la
verdadera felicidad la alcanzamos cuando vemos los frutos de nuestra entrega en
los estudiantes, quizás sea justo decir, que hoy no somos felices porque ya
entendemos porque nuestra labor no genera nuestros anhelos. No somos felices
porque tenemos un estado que nunca ha comulgado con nuestro rol en la sociedad,
un estado que confunde la proyección de la conciencia crítica con el adoctrinamiento,
un estado neoliberal y privatizador que cree que la escuela debe ser un
laboratorio de alienación colectiva, que no cuestione sus políticas de
sometimiento y cooptación de sus derechos.
A los maestros también nos apesadumbra y no nos
deja ser felices el poco aprecio de esta sociedad, la copa de cristal en la que
brindábamos por nuestra excelencia, se rompió en la oscuridad de una noche
cualquiera, producto de la malquerencia de un estado que nos ha cobrado con
creces el hecho de no ser obedientes a sus políticas de sometimiento y
explotación, no solo del pueblo sino de la niñez y la juventud en general a
través de la educación. ¿Ahora si podemos entender quién es el criminal?
Comentarios
Publicar un comentario