EL NUEVO ROL DEL MAESTRO
Hey… profe, ¡¡¡calma,
calma, estoy esTresado!!!
Elkin Palma Barahona
"Son aproximadamente las 2 de la tarde del 24 de julio de 2024, estoy llegando por fin a mi humilde vivienda. Gracias a Dios, existe ahí un espacio donde puedo soltar toda la carga de afectaciones múltiples generada por este nuevo rol que día a día vamos adquiriendo los maestros al reconocernos de 'todounpocologo'. Allí logro sosegarme y de repente me encuentro mirando un punto fijo en la pared, sentado en la alfombra de mi pequeña oficina hogareña. Mi nieto de seis años me habla y no le escucho; los tés de toronjil de mi señora no han hecho efecto, porque para qué hablar de los antidepresivos, no hay razón para que los médicos de la CGN los mediquen. 'Esos profesores cada día encuentran más razones para protestar'. Hoy, en mi sexta década, puedo afirmar que 'ser un buen maestro implica posar de vigilantes y porteros en la recepción matinal de los alumnos, pero en actitud de alerta y prevención para evitar un raponazo mañanero, más allá de esto, es descuidar a la familia, ser camillero, anticiparse a los impredecibles comportamientos de los estudiantes, estar bien entrenado sobre todo, con énfasis en 'lucha libre' para someter a pura fuerza las acciones esquizoparanoides de la cantidad de estudiantes diagnosticados con síndrome de Asperger, TDAH, consumidores pasivos, estudiantes inmersos en problemas judiciales de la ley 1098, estar preparado para pelear en estrados judiciales, para desmentir las injurias de abusos, ensayar la mejor manera para responder a las acusaciones de los padres y estar presto a demostrar las evidencias ante los padres y la secretaría de educación, para atender a la responsabilidad civil y sacrificar algo de cordura para levantar la voz ante el extenso desfile de acciones administrativas improvisadas. Aparte de lo anterior, cumplir a pie de fecha con el ramillete de actividades del cronograma general, atender a los inesperados coloquios del pta y de los coordinadores, las charlas de las fundaciones clasificadas en los bancos de oferentes que justifican presupuestos, diligenciar los múltiples PIAR y planes de mejoramientos de todos los estudiantes precondicionados, asistir en representación del colegio a los foros e intercambios académicos y gestionar consentimientos de los padres, responder por las actas de los proyectos transversales, cumplir con los horarios de atención a padres, asistir sin faul a las reuniones de área y de consejo académico, sin mencionar las deliberaciones en las comisiones de convivencia, donde una tropa de veedores de infancia, bienestar y padres asesorados por juristas y tinterillos, todos hurgando el accionar del maestro para descargar en él, el origen de las actuaciones de los imberbes. Aah. y falta lo más importante “vestirse de hawaiana” en cada bloque de 120 minutos, como fundamento de la pedagogía moderna para que los nenes no se aburran en clase.
Todo lo anterior era inimaginable en
épocas en que cursaba la licenciatura en la Universidad del Magdalena, muy
tempranamente entendí la piquiña en la piel por la filosofía, pero me
decepciono la intención de estos estados neoliberales y neoligarquicos por hacer
desaparecer poco a poco la filosofía de los currículos hispanoamericanos, sin
embargo, mantenía la ilusión de aprender historia, geografía, ser un maestro
integral. “Pero no fue así, no hubo un aprendizaje completo y me dolió que
quitaran del currículo académico asignaturas relacionadas con las ciencias
sociales, hoy observamos un remedo de renacimiento de la historia, pero solo está
en plataforma de lanzamiento y no sabemos si realmente renacerá.
Fueron cuatros años y medio que duro el sendero
académico de mi licenciatura, en 1990, cuando me gradué, un amigo me invito
hacer parte de un proyecto educativo en el cual me estrene como coordinador,
era un escenario diferente, pero aún se podía “moldear conductualmente” al
alumno. En ese contexto, cuando aún sin mucha experiencia, casi sin niguna y en
mi afán de aplicar todas las teorías relacionadas con el manejo de la disciplina
de los estudiantes, un alumno que se había peleado con medio colegio y le había
faltado el respeto a todo el cuerpo docente, estaba por enésima vez en mi
oficina, supuestamente ya había agotado todas las instancias, y se me ocurrió
aplicarle una especie de “terapia de choque”: Al verlo le dije ¿otra vez,
Wilmer? ¿te gusta mucho pelear? Bueno, ¡hoy vas a pelear conmigo!!. amague quitarme la camisa con el fin de
probar en él, algún síntoma de respeto hacia mí, no me alcance a desbotonar las
mangas, cuando ya el pelao estaba descamisado, desde luego el muchacho estaba
dispuesto a todo, incluyendo darse trompadas con el novel coordinador, aún sigo
sin entender, cuales son los guantes que debemos usar los maestros para
levantar la guardia, para que los uppercut de la escuela no golpeen más nuestros
rostros.
Hoy el mayor problema no es la indisciplina ni el
hacinamiento de las aulas o la falta de maestro, hay una carga o asignación
laboral que no le permite a ese mismo maestro concentrarse, en lo pedagógico,
en cómo llegarle a la multiculturalidad del aula, en cómo abordar las
individualidades que presentan diferentes condiciones diagnosticadas y
afectaciones psicológicas, que les permita garantizar el derecho a la
educación, estos ensayos remediales que hacemos los maestros. ¿si hacen parte de las estrategias inclusoras
que exige el ministerio?
Todo lo anterior parece más bien el desarrollo de una
“campaña fría” con el fin de ir mermando el portentoso gremio que conformamos
los maestros.
Bueno, pero
analicemos lo que dice la Organización Mundial de la Salud (OMS): Que los
docentes también tenemos un síndrome, y es el de burnout’, también conocido como ‘malestar docente’, que, según esta
organización, es una de las causas más frecuentes que llevan al fracaso
profesional de los docentes.
Un estudio que arroja
luces sobre el problema en Colombia es el que
realizaron Zamanda Correa, Isabel Muñoz y Andrés Chaparro para la Universidad
del Cauca y que fue publicado en 2010.
Después de estudiar a 44 profesores de
dos universidades de Popayán, entre los 20 y 40 años “se encontró una
frecuencia del 9% de alta despersonalización”, es decir, estos docentes
desarrollaron actitudes negativas y de insensibilidad hacia sus alumnos; además
presentaron “frecuencias del 16% y del 9% de altas consecuencias físicas y
sociales, respectivamente”. Las razones de estos resultados, según los
investigadores, fueron estrés laboral, largas jornadas de trabajo y
aburrimiento por la rutina personal y académica.
En otro estudio, presentado por Katty Collantín Cardona, estudiante de comunicación social de la Fundación Universitaria Luis Amigó en Medellín, se evidencia como el “estrés laboral” termina en la más profunda de las depresiones. Collantín narra la historia del profesor Víctor, quien terminó internado en un hospital psiquiátrico: “Transcurrido el primer mes, Víctor conoció a otra profesora, Domitila Angulo, quien llevaba un año recluida en esta clínica. La maestra venía remitida del municipio de El Bagre (Antioquia) y murió tras mezclar medicamentos con licor y otras cosas”.
Otro profesor, Alberto Muñoz, le confesó
a la estudiante que luego de “25 años de trabajar como docente, sentía ansiedad
y decía que estaba amenazado, que lo iban a matar. Un día salió desnudo por
toda la calle, gritando y corriendo. Terminó arrestado”.
En nuestra escuela, hemos tenido tres
casos de maestros convertidos en pacientes psiquiátricos, que han sido
pensionados en esa condición, y no sabemos cuántos más en los otros contextos
escolares, de los que no hemos tenido referencia, pero que existe un verdadero
riesgo y que no se aprecia el mas mínimo asomo de salirle al paso a esta
problemática.
Francisco Cajiao, exsecretario de
Educación de Bogotá y experto en pedagogía, cree que “algunas depresiones
pueden ser independientes a la formación docente. En el caso del profesor Alfredo
Suárez, es innegable que los factores ambientales fueron detonantes. Hay
situaciones en el entorno laboral que se vuelven insoportables, y si tienes
baja autoestima, la enfermedad se desborda. En estos casos el papel de los
rectores es definitivo, porque garantiza que el colegio tenga una buena
convivencia”.
A las enfermedades laborales se unen más
preocupaciones, como la evaluación de los del 1278 que hacen los rectores, la
ausencia de un salario digno, la baja calidad educativa, las múltiples
limitaciones para abordar a los alumnos en los procesos de inclusión, la falta
de incentivos para adelantar proyectos de investigación, como lo demostró un
estudio que publicó la Fundación Compartir a comienzos de 2016.
Antes nos decían que los problemas de la
casa se quedan en la casa, ¡si cómo no! la abstracción se hace y es validad,
pero es mucho peor tratar de hacerla sin conseguirlo.
Lo más triste de todo esto es que los
maestros estamos totalmente desprotegidos y a merced de toda esta carga de
afectaciones psicológica que va desde el obligatorio pago de la vigilancia
barrial que se convierte en vacuna, hasta la actitud irrespetuosa del alumno
promedio de esta contemporaneidad.
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