Conferencia de introduccion a la carrera
… y por eso elegí ser docente.
ELKIN PALMA
INTERVIW2001
La docencia es una muy buena opción como
carrera corta, de rápida inserción laboral y con posibilidades de desarrollo.
Pero para que no se convierta en una tarea frustrante debemos interrogarnos
sobre nuestras condiciones y posibilidades. La docencia no es un sacerdocio ni
la maestra es la “segunda madre”. El docente es un profesional de la educación
que debe poseer capacidades específicas –capacidades que no son innatas, sino
que se construyen a lo largo de la vida- consciente de la trascendencia de su
accionar.
A la hora de elegir una carrera, una
opción interesante puede ser el Magisterio. Algunas de las razones que
concentran el atractivo que puede llegar a tener esta carrera para algunas
personas son los siguientes:
-Es una carrera corta que proporciona
una capacitación profesional directa
-Puede ser una “carrera puente” hacia
otras titulaciones, tales como Psicología o Psicopedagogía.
-Ofrece la promesa de un trabajo fijo y
estable (algo muy preciado en épocas de precariedad laboral)
Pero estas razones no son por sí solas
suficientes para la elección de esta carrera. Ser docente puede convertirse en
una actividad muy gratificante para quien la asume con pasión, pero puede ser
muy difícil para quien se acerca a ella por error, o porque constituye la
“última salida” o el acceso a un salario más o menos seguro.
“Ser educador significa ser instruido,
culto, paciente y firme; ser astuto, sutil, fuerte, resistente y perseverante.
Y por encima de todo significa saber amar y comprender claramente la influencia
que puede proyectarse sobre los alumnos (…) al contribuir el mundo del mañana”
(“Día del Maestro, suplemento de La República, 22 de noviembre de 1990)
Esto es necesario para ser docente
-Tener la preparación adecuada, tanto
pedagógica como académica, para desempeñar con propiedad la enseñanza. Esta
debe ser la condición que opere como trasfondo de la tarea docente. Es decir,
el maestro o el profesor no se pueden limitar a los conocimientos que su
preparación específica les ha dado, sino que deben tener un espíritu de
superación que los lleve a cultivarse para conocer y comprender los adelantos,
no sólo en su propia disciplina, sino en la cultura en sentido general.
-Tener conciencia sobre la
responsabilidad que implica no sólo el enseñar contenidos curriculares, sin la
trascendencia de la labor de formación del hombre, de ciudadanos de quienes se
espera que lleguen a ser personas positivas para el país. El acto educativo
tiene trascendencia, ya que nuestras acciones se proyectan y se multiplican
sobre los alumnos. No se trata solo de transmitir contenidos de aprendizaje.
- Ser un buen comunicador es una
condición indispensable para todo buen docente. Ello implica que es necesario
no sólo conocer bien la materia que se enseña, sino que se requiere tanto de
habilidad para transmitir los saberes, como de claridad, de entusiasmo y de
convicción acerca de estos, para motivar en los alumnos el deseo de aprender.
La capacidad para comunicar y establecer empatía son las claves, en gran
medida, del éxito del proceso de enseñanza – aprendizaje.
-Tener tolerancia frente a la
frustración y tomarla como un desafío, no como un obstáculo. El docente no
trabaja con números o con máquinas; trabaja con personas. Y estas personas no
lo están esperando como los fans a su cantante favorito. Encontrará
resistencias, apatías, conflictos. Pero lo apasionante de estos desafíos es que
constituyen en si mismos, experiencias de aprendizaje en las que todos –docente
y alumnos- se enriquecen.
Otros factores a tener en cuenta a la
hora de elegir
Las cuestiones planteadas anteriormente
son de índole general. Todavía es necesario hacerse dos preguntas claves antes
de tomar la decisión:
-¿Con qué grupo de edades me siento más
cómodo/a? Algunos nos comunicamos mejor con adolescentes; otros, con niños
pequeños y otros con jóvenes y adultos. Determinar claramente el grupo etario
al que se quiere orientar la vocación de enseñar nos ayudará a desempeñar mejor
nuestra tarea.
-¿Qué rama del conocimiento domino mejor
o me interesa más? Es innegable que no todos tenemos las mismas habilidades ni
competencias. Cada uno de nosotros se identifica mejor con determinadas áreas;
mientras algunos prefieren el deporte, otros se apasionan con las ciencias. No
se puede transmitir lo que no se conoce y es indudable que nos moveremos más a
gusto en las áreas que son de nuestro interés.
Tres miradas a la formación docente
Una rectora de un colegio, una decana de Educación y un
subsecretario académico reflexionan sobre las exigencias y los cambios en la
formación de los profesionales de la enseñanza en el mundo de hoy.
Al Tablero: ¿Cuál es el sentido de formar maestros para el mundo
de hoy?
Miryam Ochoa (M.O.): En la actualidad pesan sobre los maestros en
ejercicio y en proceso de formación un sinfín de demandas y expectativas, la
mayoría de ellas orientadas a responder en el corto plazo a los desafíos del
mundo globalizado y a la sociedad del conocimiento, en un contexto que además
se caracteriza por la diversidad de estudiantes producto de la masificación de
la educación y de los grandes esfuerzos del Estado para ampliar el acceso, la
cobertura y permanencia de los estudiantes. Si miramos el perfil del maestro
del presente, del que está ejerciendo su profesión y se graduó ya sea de la
universidad o de la Escuela Normal hace ya más de 10 años, bien podría afirmar
que frente a estos grandes retos, los maestros tenemos una formación
insuficiente.
Por otro lado, hay que pensar en cómo conciliar un requisito o
necesidad educativa que emerge del país con el tiempo académico que se requiere
para formar con calidad y pertinencia al profesional de la educación que pueda
atender estas nuevas demandas. Y pienso que aquí se ubica uno de los grandes
problemas, porque los retos que se le plantean a la educación no son sólo de
naturaleza administrativa o financiera ni se resuelven en el corto plazo. Los
aumentos en la cobertura se pueden contar numéricamente y mostrar incrementos
importantes mes a mes y semestre a semestre; sin embargo, los cambios en las
prácticas pedagógicas, en las competencias profesionales de los maestros
condición sine qua non para la transformación del aprendizaje de los
estudiantes son de mediano y largo aliento; requieren de un trabajo hombro a
hombro entre el Ministerio de Educación, las secretarías de Educación, los
centros de formación de maestros, los padres y madres de familia y los propios
maestros.
Alejandro Álvarez (A.A.): El mundo de hoy requiere maestros con
una gran capacidad de decidir autónomamente el contenido de lo que se enseña y,
por supuesto, también del modo de enseñar. Dado que la ciencia y los valores
humanos han perdido la rigidez y la homogeneidad que tuvieron en otras épocas,
se requiere flexibilidad para interpretar las formas híbridas y cambiantes como
se configuran los saberes y las verdades que se consideran válidas y legítimas
para que los estudiantes aprendan. La relatividad de dichas verdades y la
necesidad de que los estudiantes de hoy aprendan a respetar las diversas
culturas y a juzgar e interpretar la complejidad del mundo moderno, hace que
los maestros deban ser formados y tratados como profesionales, con la
inteligencia suficiente para decidir y construir el saber pedagógico que
exprese
tal diversidad y complejidad.
Luisa Pizano (LP): Me gusta que se hable de formar, pues es una
actividad permanente que no empieza al entrar a la universidad ni termina
cuando se gradúan los maestros. Es la profesión más conocida por el estudiante
universitario de pedagogía, que cuando comienza
su carrera ya lleva 13 años interactuando con profesores; tiene
mucho conocimiento de qué se trata esa profesión y de cómo se comportan los
profesores, lo que no es necesariamente bueno. La universidad debe reconocer
esta realidad, tratando de identificar concepciones erradas y de promover la
reflexión, ya que esos conocimientos previos prevalecen por encima de lo que se
aprende en este centro superior.
Lee Shulman, de Stanford Univeristy, presenta en siete categorías
los conocimientos básicos que debe adquirir un profesor: disciplinar,
pedagógico general, curricular, de los estudiantes y sus
características, de los contextos educativos, de los fines, propósitos y
valores de la educación, y el conocimiento pedagógico-disciplinar. Esta última,
que tiene que ver con enseñarles a los profesores a convertir su conocimiento
disciplinar en conocimiento enseñable, está probado, es lo más importante en la
educación básica de los profesores.
Los programas de educación de profesores deben tratar de mantener
un balance entre la atención al maestro con sus conocimientos previos,
creencias y conocimiento disciplinar, el énfasis en "la centralidad del
alumno" y las metodologías. Asimismo, la educación después de graduados
también se ha vuelto muy relevante.
El colegio Los Nogales aplica un modelo de formación permanente,
con talleres a largo plazo, que ha producido buenos resultados.
Se parte de dos elementos: las necesidades del colegio dado su PEI
en este caso las habilidades lingüísticas y el aprendizaje cooperativo-,
y el perfil del profesor, o sea, formación disciplinar para los no
muy expertos en un área y formación pedagógica para los formados en la
disciplina; por ejemplo, historiadores que nunca han enseñado. El modelo se
caracteriza por: claridad en los propósitos para los profesores (hacerlos
conscientes de sus debilidades); metodologías activas consistentes con lo que
se quiere que el profesor use con sus alumnos; aplicabilidad inmediata y,
ojalá, evaluación de su impacto; y, por último, favorecer la investigación
docente en el aula, atada a un programa de formación superior (estilo tesis de
maestría) o a un proyecto de interés del colegio.
En cualquier modalidad escolar de formación de profesores hay que
facilitar procesos de reflexión profundos, de manera que los maestros
verdaderamente renueven su práctica docente.
A.T.: Al pensar en la formación de maestros también hay que
plantearse la pregunta sobre el papel del educador. Entonces el énfasis debería
estar en el maestro como facilitador de la construcción de conocimiento, de tal
forma que se promuevan en el alumno su autonomía y su habilidad para
desempeñarse en un contexto.
A.A.: El maestro debe ser un facilitador de la construcción de
conocimiento para promover la autonomía y la habilidad para desempeñarse
en un contexto. Por eso, la formación de maestros tiene que
apuntar a su creatividad, a su flexibilidad, a su capacidad de elegir y de
seleccionar lo que es pertinente. Esto exige un maestro mucho más estructurado
en relación con el conocimiento del área que maneja, más culto, universal,
profundo y riguroso, que debe actualizarse permanentemente, investigar y
documentarse lo más exhaustivamente posible. Por eso se necesita un nivel
profesional muy alto y hay que avanzar en la formación de posgrado y como
investigador.
L.P.: El término facilitador ha sido muy cuestionado. Algunos
consideran que denota cierta pasividad en el profesor, que no hace mucho y deja
que los estudiantes aprendan mientras él o ella hace observaciones. El maestro
es guía, en el sentido constructivista sobre todo de Vygostky, pero es más: es
quien sabe hacer preguntas y plantear retos que jalonen a los alumnos todo el
tiempo; es un excelente comunicador, y debe conocer muy bien a sus alumnos y su
materia. La autonomía no nace sola, hay que enseñarla con herramientas de
búsqueda de información y solución de problemas.
M.O.: Calificativos como facilitador o acompañante del estudiante
son desafortunadamente coyunturales. Creo que no se ha realizado una reflexión
en sentido estricto para establecer el perfil del docente que se requiere
formar; las características que se manejan en el discurso cotidiano de la
educación son más fruto del deseo intuitivo del momento y de la incertidumbre
propia de la globalización. Si bien las facultades de Educación del país, a
través de Ascofade, han realizado esfuerzos importantes para definir las
competencias básicas del maestro y éstas se están empezando a utilizar como
referentes para los exámenes de calidad de la educación superior y para los
cursos de pedagogía de los profesionales no licenciados, aún falta camino por
recorrer para concretar el perfil. Definirlo nos permitiría, sin duda alguna,
avanzar en precisar lo que se requiere para su profesionalización y para
desarrollar acciones pertinentes y conducentes a cambios reales en las
prácticas de aula de los maestros en ejercicio y en formación.
AT: ¿Cuál es la relación entre formación docente y el aprendizaje
efectivo del alumno?
L.P.: Hay dos caras en este asunto: la formación disciplinar y
cómo enseñar. Obviamente, si el profesor experto en física no sabe enseñar
física a nivel escolar, entonces no sirve de nada lo que sabe. Es por eso que
medir al profesor solamente por sus grados, no es suficiente. Hay que
asegurarse que tiene recursos pedagógicos para enseñar su materia de manera
adecuada a la edad y al nivel de los alumnos. Los mejores profesores son los
que tienen conciencia de la importancia del llamado conocimiento sobre cómo
enseñar los contenidos disciplinares (pedagocial content knowledge (pck)). Y
esto es más relevante que ser un experto en tal o cual metodología. El que sabe
aplicar el pck lo hace con metodologías que reconocen los conocimientos previos
en el área, los posibles malentendidos o conceptos erróneos, las conexiones con
otras disciplinas y la aplicabilidad al mundo real.
M.O.: La labor fundamental de todo maestro radica en la creación
de condiciones que contribuyan al aprendizaje real y efectivo de los alumnos.
Soy consciente de que sin el compromiso del maestro es imposible lograr
cualquier cambio o innovación en la educación, pero creo que los cursos o
programas de capacitación y actualización de corto o mediano aliento, deben
orientarse de manera específica a cuestiones relacionadas con los contenidos y
las didácticas, para que con ello tanto los maestros en ejercicio como las
entidades o grupos que ofrecemos este servicio, nos acerquemos efectivamente a
los problemas reales que tienen los estudiantes en sus procesos de aprendizaje.
A.A.: Para mí, la relación debe ser directa. El aprendizaje
efectivo es el propósito de la enseñanza, y lo es cuando el maestro se ha
formado para leer lo que es más pertinente en cada grupo de estudiantes, según
su cultura y el debate universal en torno a la ciencia y los valores. Esto
supone una gran inteligencia para captar las necesidades y conocer el universo
de posibilidades que deben ponerse a disposición de los estudiantes.
A.T.: ¿Por qué es importante atar la formación a las necesidades
concretas, locales y particulares?
L.P.: Hay que mantener un balance entre las prioridades del PEI y
la realidad del mundo. Debo estar al día en tecnología, pero no puedo aplicarla
sin saber cómo buscar información o entender el modelo de ciencias que estoy
aplicando. Por eso, los mejores programas miran ante todo la necesidad de la
comunidad colegio.
A.A.: La formación debe ligarse a las necesidades concretas,
locales y particulares porque de eso depende el éxito de la enseñanza. En eso
radica la complejidad de su papel. Pensar globalmente y actuar localmente es el
esfuerzo más importante que un maestro debe hacer para que su labor resulte
pertinente. Pero esto no lo puede lograr si no ha sido formado en la
investigación pedagógica. La pedagogía es el campo del saber que le permite
adaptar y aplicar el conocimiento universal y específico a las circunstancias
de cada contexto. El nivel de profesionalismo con el que enfrente este reto
dependerá de su capacidad de leer la realidad específica en la que se mueve y
de su inteligencia para reconocer las particularidades de cada grupo, a la luz
de los debates más universales.
M.O.: A veces me da la sensación de que hay una confusión entre
los programas de formación inicial y permanente, y los de la educación
continua o capacitación. Los primeros conducen a título
profesional o de posgrado y, por tanto, son de largo alcance; en ellos se
abordan a profundidad los núcleos del saber pedagógico y el desarrollo de las
competencias básicas e indelegables del maestro. Los segundos son un recurso a
corto o mediano plazo, en los cuales se realizan actividades específicas de
actualización o para abordar problemas particulares relacionados con la
práctica y el aprendizaje de los alumnos. Y aquí también se traslada el
problema de la profesionalización del maestro, pues en muchos casos se piensa
más en una oferta que atienda los intereses particulares del maestro, y no en
propuestas de profesionalización cuyos propósitos fundamentales sean los de
mejorar el aprendizaje de los alumnos y el desempeño de las instituciones
educativas.
A.T.: ¿Es la formación una tendencia entre docentes y directivos
docentes colombianos? ¿Cómo estimular o crear en los maestros la cultura de la
formación continua?
M.O.: Si se considera que el conocimiento en las diversas áreas se
renueva cada cinco años, la educación permanente o para toda la vida es una
condición necesaria en todas las profesiones y en la educativa no puede ser una
excepción. Pienso que el Ministerio, las secretarías de Educación y las
directivas de las instituciones educativas deben incluir como parte de su
gestión el desarrollo de acciones de actualización permanente, no
exclusivamente en términos de renovación de contenidos sino, en especial, en lo
que atañe al saber indelegable del maestro: la pedagogía y la didáctica. Es
decir, acciones de formación permanente que aborden los problemas de la
práctica y del aprendizaje de los alumnos.
A.A.: La formación continua es un imperativo en el ejercicio de la
docencia, como lo es para cualquier profesión. La velocidad de los cambios
culturales y científicos así lo exige. Por esa razón, las políticas educativas
deben permitir que los maestros se organicen en grupos académicos que estén
permanentemente investigando, trabajando en equipo e intercambiando
experiencias, saberes y prácticas cotidianas. Sin esta posibilidad, el
ejercicio de la docencia tiende a descontextualizarse y anquilosarse. Las
políticas deben prever tiempos para la investigación de los colectivos de
maestros, para la reflexión pedagógica y para la producción teórica que
alimente sus prácticas. La formación permanente debe propender hoy, no sólo a
la apropiación de los saberes sino a la producción de los mismos; ellos deben
ser intelectuales, en todo el sentido de la palabra.
L.P.: Todos los colegios que conozco dedican energías y recursos a
la formación de sus profesores. En mi experiencia con maestros, siempre he
visto que estamos ávidos de formación y reconocemos que es un tema de la mayor
importancia e impacto, y que cambia con la investigación. Sin embargo, en nuestro
medio, en la formación se recurre a cursos rápidos que más bien son
actualizaciones y no permiten una verdadera reflexión. La verdadera formación
es seria, a largo plazo, y se conecta con las necesidades personales y del
colegio. Los profesores quieren recetas inmediatas y eso no funciona. Deben
empezar por mejorar el hábito de la lectura y, ojalá, escribir con rigor sobre
lo que sucede en su aula de clase. La estimulación o motivación viene cuando se
valora la oportunidad de formación, y eso se ve en los resultados.
A.T.: Cuando se considera la relación
calidad-estándares-competencias, ¿en qué áreas es prioritario formar?
M.O.: Al igual que con la evaluación como recurso para la
promoción de la equidad e igualdad de oportunidades para acceder a una educación
de calidad, sea esta oficial o privada, dicha relación apenas se está
incorporando al quehacer educativo. El propósito al formular estándares básicos
o línea base de calidad es fijar exigencias claras y públicas sobre lo que todo
niño, niña o joven debe saber y saber hacer como resultado del proceso
educativo; con ello se busca, además, informar a estudiantes, familias,
maestros, directivas, autoridades y centros de formación de maestros sobre los
niveles de calidad alcanzados o no alcanzados, para que unos y otros podamos
exigir nuestro derecho fundamental a una educación de calidad. La definición de
qué enseñar y el nivel básico de calidad del servicio educativo no puede
dejarse al voluntarismo de los profesores o directivas de las instituciones educativas.
Ahora bien, los estándares son de reciente formulación y
socialización, y es un hecho la tensión que siempre se presenta entre lo
tradicional con lo innovador o el cambio. A veces, por simple desconocimiento,
se reacciona en contra de la innovación. Si se revisan con detenimiento los
estándares hasta ahora formulados por el Ministerio de Educación, con la
participación de 180 profesores e investigadores de 49 instituciones de
Educación Superior y 30 instituciones de Educación Básica y Media del país, se
puede observar que éstos definen el qué, considerado como lo básico y
fundamental de cada área, pero en ningún momento plantean o definen el cómo se
enseña, con lo cual se respeta la autonomía del maestro y se permite que cada
institución pueda adecuarlos a las particularidades de su PEI y su contexto.
A.A.: Los estándares limitan la creatividad y la inteligencia de
los maestros, porque impiden adecuar los contenidos y los métodos de enseñanza
a la diversidad de los contextos y a la complejidad de los saberes modernos,
que relativizan y desdibujan las fronteras de las ciencias y de los valores
absolutos. Las competencias son apenas una dimensión del conocimiento y de los
valores que se consideran pertinentes. Hoy en día no basta ser competente en un
campo del saber o en una actividad humana; es necesario, además, ser crítico,
creativo y flexible. Las competencias también son relativas, según sea el
contexto sociocultural. Por eso la calidad de la educación no puede ser medida
por estándares y competencias. Las áreas prioritarias en que se deben formar
los maestros dependen de dicho contexto. La formación debe entonces orientarse
hacia el desarrollo de la inteligencia pedagógica, que les permita a los
docentes interpretar lo que es pertinente en un entorno diverso y seleccionar e
interpretar lo que resulta más apropiado en cada comunidad de estudiantes.
L.P.: Sin descuidar lo demás, en las disciplinas. Eso es lo que
mayor impacto tiene en una educación de alto nivel. También se pueden mencionar
las competencias necesarias para este siglo, como son el uso de la tecnología,
el trabajo en grupo, la solución de problemas, la fortaleza en habilidades
lingüísticas, los idiomas (inglés en el caso colombiano) y la investigación
como búsqueda de recursos e información.
A.T.: ¿Cómo estimular la autoevaluación de los maestros?
M.O.: La evaluación y la autoevaluación son de reciente
reconocimiento en Colombia como indicadores de calidad en sentido estricto.
Tanto la una como la otra son reconocidas como recursos del aprendizaje y de la
enseñanza en la educación, pero la visibilidad que se les ha dado a sus
resultados y, desafortunadamente, su utilización para calificar o descalificar
a maestros, maestras, niños, niñas e instituciones educativas ha cambiado su
valor pedagógico.
A.A.: La autoevaluación es inherente a la práctica profesional.
Sin ella, no sería posible avanzar en la renovación permanente del saber y de
sus prácticas. Pensar en evaluaciones estandarizadas y externas es un riesgo
que podría homogenizar el modo de ser maestros y les negaría la posibilidad de
ser diversos, flexibles y versátiles. La autoevaluación permite la lectura de
los contextos y la adecuación de sus prácticas a las particularidades de los
grupos de estudiantes.
L.P.: Más que autoevaluación, debemos hablar de reflexión
pedagógica constante, un ejercicio académico continuo, atado a la planeación de
lo que se enseña y a los resultados de los alumnos.
AT: Hablemos de la relación entre formación y Planes de
Mejoramiento.
M.O.: Un Plan de Mejoramiento no se puede reducir al problema de
la formación. Al proponer la Revolución Educativa, los Planes de Mejoramiento
como uno de sus ejes, se han sentado las bases para que cada institución asuma
unos referentes de calidad y determine el mejor camino para alcanzarlos, dentro
de sus condiciones y posibilidades, teniendo en cuenta los resultados de la
evaluación externa y de la propia autoevaluación institucional.
A.A.: Los Planes de Mejoramiento son un asunto de los maestros, y
uno exitoso es aquel que los mismos maestros construyen según las
particularidades del contexto. Su formulación es en sí misma un ejercicio de
auto-formación o de formación en la práctica, que debe ser colectivamente
construido en la institución con un referente explícito al contexto en el que
se trabaja. Por eso es tan importante la formulación de proyectos educativos en
los que participen otros actores de la comunidad, a fin de que la educación sea
pertinente y lea las necesidades sociales más sentidas, del entorno inmediato y
del debate más universal. Los maestros son los más indicados para orientar la
participación de la comunidad, de manera que ésta se cualifique y se enriquezca
con los aportes que ellos hagan, a propósito del saber que pongan a disposición
de los diversos actores que intervienen en la definición de un Plan de
Mejoramiento.
L.P.: La formación del profesor en el colegio Los Nogales es parte
integral del quehacer de los maestros y se ve reflejada en la evaluación como
docentes. Se apoya la permanente formación, y se espera que los resultados sean
evidencia de mejoramiento en la calidad educativa. Hay una clara relación entre
un grupo de maestros lectores, inquietos intelectualmente, actualizados,
contentos de crecer profesionalmente, y la mejora en la calidad de la educación
que reciben sus alumnos. Finalmente, produce mucha satisfacción el que alguien
que estudia y aprende durante toda la vida sea un modelo para sus propios
alumnos.
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