¿Seguimos en silencio los intelectuales?

 

¿Seguimos en silencio los intelectuales?

ELKIN PALMA BARAHONA


Sentencio Heidegger en sus lecciones de Friburgo “Lo más merecedor que debe pensarse en nuestros tiempos problemicos, es el hecho de que no pensamos”[1]

Corremos el riesgo de contradecirnos cuando en nuestra misión de maestros, muchas veces insistimos y hasta fastidiamos a quienes no les agrada que se cuestione la verdad o lo que auto determina puede ser su verdad.

Cuando movemos el suelo académico con una propuesta que todos aceptan como necesaria en nuestro proceso educativo, se crean expectativas ante la comunidad educativa, los que han probado como experiencia tal iniciativa constituye el pasaporte de aceptación para quienes intentan desprenderse del consuetudinario sistema con el que se casaron desde que entraron al magisterio. Pero ahí comienza una lucha, ¿Dónde está en el sistema educativo lo que propones? No está en ninguna parte, porque la lógica establece, que si estuviese en el sistema, no fuese una propuesta.

No es que la propuesta no tenga el peso suficiente para hacer un cráter en el formato tradicional, sino que, a falta de un sentido común pedagógico, también se le anexa la falta de solidaridad intelectual para apoyar las propuestas, ya debe quedar a tras el celo, de quien es el que más se proyecta, el que más propone o el que más escribe, en pedagogía no solo los intelectuales dan con la alquimia del saber pedagógico sino los verdaderos maestros que día día saludan a sus estudiantes, esos son los verdaderos intelectuales

La actitud intelectual no debe buscar la tensión, cuando critica el establecimiento de un paradigma que ha dogmado una verdad, que una comunión de maestros a seguido, pero sin llegar a sus verdaderos resultados. Debe versar en las perspectivas para buscar la bienectud del cambio del eterno paradigma, debe poner de plano sus recursos, su sabiduría práctica y hasta su sentido del humor, para demostrar que no es el gurú del saber, que su léxico no está por encima de la RAE, que su estructura semiológica, no es la dosis de refuerzos para el léxico de sus colegas de página.

El intelectual no cuestiona la verdad, la rodea, la ausculta y en ella despliega su papel social.

En tanto que el filósofo intelectual es  el que saca sus capsulas a las esferas de la ciencia, de la moral y del arte para hacer accesible el mundo de la cotidianidad que parece que esta eternamente reservado para expertos.[2]

El intelectual no debe cultivar los campos de la injusticia con la diplomacia, debe abrirse a los espacios y mantenerse erguido y asumir una actitud contestataria ante la autoridad, el sometimiento mudo al sistema es una gran amenaza para la opinión en extrema racionalidad.

El silencio de los intelectuales es una victoria de los estafadores históricos de las voluntades populares, a aquí en la villa de Bastidas no recibimos el benéfico aporte intelectual que con autoridad lea este convulsionado devenir, pero si los vemos guareciéndose a la sombra de grupos políticos para legitimar su accionar.

Muy similar a lo sucedido en el pueblo francés, cuando Foucol cuestionó la falta de opinión de los intelectuales, donde se pudo evidenciar, que estos hombres de letras dejaron de ser marxistas cuando la izquierda llego al poder, aquí se siente un temor, quienes son plenamente cocientes de esta realidad sistemáticamente maquillada, prefabricada que debería ser motivo de análisis profundamente critico nos abstenemos de editorializar por el miedo de ser catalogado de petristas.

No es una invitación que voy a hacer, es una exigencia de atender a lo que somos, a ser conscientes que como maestros pertenecemos a ese grupo reducido denominado comunidad intelectual.

Según Max Gallo, los intelectuales son propensos a escribir artículos, manifiestos y a manifestarse en la calle, pero incapaces de comprometerse con una actividad que conlleva responsabilidades de estado: «en numerosas ocasiones se presiente un rechazo de la política y una negativa a considerar el poder como una apuesta». Boggio también sigue esa línea cuando afirma que el espacio natural del intelectual es la crítica y no la acción, aunque los maestros en esa línea damos la talla, porque nuestro ejercicio diario constituye la acción más noble para cambiar este mundo.

 

 

 

 

 

 



[1] Heidegger Martin: Lecciones de Friburgo, 2005 pagina 17

[2] Javier Camilo Rojas: Intelectual público, pág. 105-105

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